<em>Atlántida</em> y el nuevo mundo

Atlántida y el nuevo mundo

Ya en Argentina Manuel de Falla no va a cejar en su intento de concluir Atlántida. El continente americano le ofrecerá nuevas referencias, nuevos apoyos para la obra. Sergio de Castro, uno de los jóvenes amigos y colaboradores de los que se rodeó el compositor en tierras argentinas, regaló al músico unas fotografías de las ruinas de Macchu-Picchu, en Cuzco, Perú, que impresionaron vivamente a Falla «por ser, según su opinión, lo único que se asemejaba realmente a la Atlántida y a la escenografía que soñó para dicha obra», según el testimonio del propio De Castro38Nota mecanografiada de Sergio de Castro, fechada en Córdoba (Argentina) el 16 de noviembre de 1946. A.M.F. (carpeta de anexos 9013)..

El 18 de noviembre de 1939 los bonaerenses pudieron ver a Falla dirigir en el gran Teatro Colón de la capital argentina. Desde aquella ciudad utópica de su primera juventud que Falla bautizara «Colón» a este templo de la música en el que, finalizando su vida, el compositor dirigió el estreno de su suite Homenajes, un hilo apenas perceptible pero irrompible parece guiar sus pasos.

También la emisora bonaerense Radio El Mundo consiguió, en diciembre de 1940, que el músico se acercara hasta sus estudios para dirigir dos conciertos que fueron transmitidos en directo. La música y la voz de Falla sonaron a través de las ondas con un vigor que la misma apariencia del compositor parecía desmentir. El único testimonio sonoro conocido de la voz de Falla data de esa ocasión, en concreto del 15 de diciembre de 1940.

En 1942 Manuel de Falla y su hermana María del Carmen se trasladan a la que será su última residencia en Argentina, el chalé «Los Espinillos» en la localidad de Alta Gracia. Allí, a pesar de su deteriorada salud, el músico recibe la visita de los más íntimos y es agasajado en ocasiones tan memorables como la que protagonizaron Rafael Alberti, Paco Aguilar y Donato Colacelli en agosto de 1945, cuando ofrecieron a Falla un concierto en su propia casa, «una cantata a tres voces: laúd, piano y poesía», según dejara escrito el poeta gaditano en un entrañable y bello artículo publicado por el periódico bonaerense La Nación el 16 de septiembre de 19453939. ALBERTI, Rafael. «Una cantata sumergida. En Alta Gracia, con Don Manuel de Falla». La Nación. Buenos Aires, 16 de septiembre de 1945. Se puede consultar como recorte de prensa en A.M.F..

Testimonio elocuente de las dificultades de todo tipo que Falla experimentó durante sus últimos años a la hora de trabajar o de asumir sus compromisos más cotidianos, como la correspondencia, es la carta escrita a máquina que, en 1946, dirige a su discípulo el también compositor Ernesto Halffter. En su encabezamiento aparece la fecha 10 de abril de 1946. En ella, Falla afirma: «[...] creería faltar a un grave deber de conciencia si abandonase la composición y no hiciera lo imposible —como suele decirse— por terminar esta pobre Atlántida». Sin embargo, lo más llamativo y elocuente de la misiva es el relato que el maestro hace de la peripecia sufrida para conseguir dar término a la propia carta que empezó a escribir ¡en marzo de 1944! y proseguiría, tras una nueva interrupción, en mayo de 1946, teniendo entonces que abreviar, «pues de otro modo no saldrá nunca...»4040. Borrador mecanografiado de carta de Manuel de Falla a Ernesto Halffter, fechado en Alta Gracia el 10 de abril de 1946. A.M.F. (carpeta de corresp. 7099)..
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