Manuel de Falla, Federico García Lorca y Miguel Cerón, entre otros, removieron Roma con Santiago durante los primeros meses de 1922 para rescatar el «canto primitivo andaluz» y llevarlo a la Plaza de los Aljibes de la Alhambra en dos noches (las del 13 y el 14 de junio) en las que hubo estrellas y lluvia. El ambiente fue descrito en multitud de crónicas periodísticas con elocuentes afirmaciones como las vertidas por «Galerín» en
El Liberal de Sevilla: «
Allí hemos visto los mantones de Manila más raros y caprichosos del mundo»; o, en alusión a la expectación reinante: «
Se hizo en la plaza un silencio imponente. ¡Cuatro mil personas calladas, de ellas dos mil mujeres!... ¿Cabe mayor éxito?»
2525. El Liberal. Sevilla, 19 de junio de 1922. También en El Defensor de Granada. Granada, 21 de junio de 1922..
Miguel de Cervantes y los títeres iban a centrar, por partida doble, el trabajo de Manuel de Falla durante los primeros meses de 1923. En la casa granadina de los García Lorca tuvo lugar el 6 de enero de 1923, día de Reyes Magos, una fiesta infantil de Títeres de Cachiporra a cargo de Federico García Lorca, Hermenegildo Lanz y Manuel de Falla, quien ilustró musicalmente las tres obras representadas (
Los dos habladores, entremés de Cervantes, fue una de ellas) con, entre otras piezas, las instrumentaciones de un villancico antiguo y una cantiga de Alfonso el Sabio. Sobre este punto Francisco García Lorca recordaba en
Federico y su mundo:
Falla, para dar algún eco de tonalidad antigua a los instrumentos, discurrió cubrir las cuerdas de nuestro piano de cola con papel de seda y, después de varias modificaciones, aquello sonaba algo a clavicémbalo, con el regocijo del maestro2626. GARCÍA LORCA, Francisco. Federico y su mundo. Madrid, Alianza, 3ª ed., 1981, p. 274..
Tras esta experiencia «cachiporrística» llegaría uno de los hitos de la producción falliana, protagonizado por Don Quijote y los títeres:
El retablo de maese Pedro, fruto de un encargo al músico gaditano de la princesa de Polignac. Esta adaptación musical y escénica de dos capítulos de la magna obra cervantina se estrenó el 25 de junio de 1923 en el palacete de la princesa en París. Jóvenes artistas plásticos acudieron a la llamada del compositor: Manuel Ángeles Ortiz, Hermenegildo Lanz y Hernando Viñes, quienes tuvieron a su cargo la versión escénica de la obra. Al estreno asistió la selecta corte de la princesa, poetas, músicos, pintores. Cinco días después Corpus Barga firmaba una crónica en
El Sol con el retrato de algunos de los presentes: Paul Valéry, «
el poeta de hoy, que hace gestos de náufrago entre las ondas de los hombros femeninos»; Stravinsky, «
un ratón entre las gatas», o Pablo Picasso, «
de etiqueta, y rodeado por todas partes, parece que está apoyado en una esquina y que tiene la gorra caída sobre una ceja»
2727. El Sol. Madrid, 30 de junio de 1923..