Exposición
17/06/2015
Ninguna composición de Manuel de Falla ha experimentado tantas metamorfosis como El amor brujo, una obra nacida, estrenada y reinventada con la participación decisiva de tres mujeres: María de la O Lejárraga, autora del texto y una persona crucial en varios de los proyectos que acometió el compositor tras su regreso de París en 1914; Pastora Imperio, de quien surgió la idea original de encargar “una canción y una danza” al compositor, aunque el proyecto crecería luego hasta convertirse en la “gitanería” que ella misma estrenó en el Teatro Lara de Madrid hace ahora justamente un siglo, el 15 de abril de 1915; y Antonia Mercé, “La Argentina”, que encarnó a Candelas en el estreno parisiense diez años después, el 22 de mayo de 1925, de la versión de ballet, la que triunfaría rápidamente en todo el mundo. La trascendencia del papel desempeñado por Mercé se pone de manifiesto con claridad en lo que le escribió Falla el 30 de agosto de 1929: “Piense también, admirada amiga, que usted y El amor brujo son, virtualmente, una misma cosa, y que así está reconocido por todos”.
Entre la gitanería y el ballet, Falla preparó otras versiones de concierto, que no hicieron más que confirmar el potencial de la obra para reencarnarse sin perder nunca una esencia que él sabía radicalmente novedosa con respecto a sus anteriores composiciones. Así, en una entrevista publicada en La Patria el mismo día del estreno original, Falla afirmó que “Hemos hecho una obra rara, nueva, que desconocemos el efecto que pueda producir en el público, pero que hemos «sentido»”. La espectacular producción escénica de Carlus Padrissa en la Plaza de Toros de Granada, estrenada en el marco del Festival Internacional de Música y Danza de la ciudad, es una confirmación más de que, un siglo después, aquella modernidad intrínseca de El amor brujo sigue dando sus frutos.
Ninguna composición de Manuel de Falla ha experimentado tantas metamorfosis como El amor brujo, una obra nacida, estrenada y reinventada con la participación decisiva de tres mujeres: María de la O Lejárraga, autora del texto y una persona crucial en varios de los proyectos que acometió el compositor tras su regreso de París en 1914; Pastora Imperio, de quien surgió la idea original de encargar “una canción y una danza” al compositor, aunque el proyecto crecería luego hasta convertirse en la “gitanería” que ella misma estrenó en el Teatro Lara de Madrid hace ahora justamente un siglo, el 15 de abril de 1915; y Antonia Mercé, “La Argentina”, que encarnó a Candelas en el estreno parisiense diez años después, el 22 de mayo de 1925, de la versión de ballet, la que triunfaría rápidamente en todo el mundo. La trascendencia del papel desempeñado por Mercé se pone de manifiesto con claridad en lo que le escribió Falla el 30 de agosto de 1929: “Piense también, admirada amiga, que usted y El amor brujo son, virtualmente, una misma cosa, y que así está reconocido por todos”.
Entre la gitanería y el ballet, Falla preparó otras versiones de concierto, que no hicieron más que confirmar el potencial de la obra para reencarnarse sin perder nunca una esencia que él sabía radicalmente novedosa con respecto a sus anteriores composiciones. Así, en una entrevista publicada en La Patria el mismo día del estreno original, Falla afirmó que “Hemos hecho una obra rara, nueva, que desconocemos el efecto que pueda producir en el público, pero que hemos «sentido»”. La espectacular producción escénica de Carlus Padrissa en la Plaza de Toros de Granada, estrenada en el marco del Festival Internacional de Música y Danza de la ciudad, es una confirmación más de que, un siglo después, aquella modernidad intrínseca de El amor brujo sigue dando sus frutos.
LUIS GAGO